Carta y flores para Audrey Hepburn
Nuestro recuerdo hoy está contigo; hasta ahí, en la eternidad. |
Mi querida Audrey. Ya sé que tus restos descansan allá en un
pueblecito de Suiza. Precisamente, hoy se cumplen 29 años que te fuiste a la
eternidad y es allí a donde quisiera enviarte mis flores. Pues es allí en donde
más fácil podré encontrar tu estela luminosa. Seguramente te habrás convertido
en una estrella, aunque en esta ocasión, será una estrella de ese maravilloso
universo que compartimos quienes creemos en la perdurabilidad de los recuerdos.
Y es que esta vez, mi dulce Audrey, mi recuerdo va con esas flores.
Y me gustaría que también llevaran el recuerdo de todos quienes te admiraron y
te quisieron, y de todos quienes aún te recuerdan.
Son dos rosas de mi jardín y las orquídeas que mis hijos regalaron a Juani, mi mujer. Hoy esas flores te las envío a eternidad, para ti. |
Hace unos días leía en una publicación
que "tu aspecto frágil, elegante y tímido iba contracorriente del
estilo de Hollywood". Y es que nadie pudo imaginarse que la maquinaria del
cine se dejara seducir por tu sencillez y dulzura. Nadie podía entender que ese
universo que solía representar la artificialidad estelar de una actriz y
el “luxury” ostentoso que rodeaba su mundo pudiera rendirse a
tu transparencia y tu personalidad. Pero lo hizo y nadie te juzgó por cuanto
pudo suponer que no fuera así o por los errores que pudieras haber cometido en ese ingrato y público mundo que viviste. Tu
vulnerabilidad era tan cristalina y sufrida, tu elegancia era tan cercana a
nosotros, tu timidez eran tan candorosa, que no podíamos sino dejarnos seguir
sometidos bajo tu maravilloso hechizo. Dejaste una estela tan ejemplar de tu
vida y una muestra tan mágica en las películas que hiciste que para
nosotros ya es suficiente. No hubiera sido necesario que ningún cineasta
hiciera la película de tu vida, si es que al parecer se va a hacer. Como tampoco hubiera hecho falta que para ese
papel ninguna actriz hubiera querido parecerse a ti, pues nadie podrá suplantarte.
No dejes nunca de mirarnos ni de sonreírnos. |
Hoy también quiero recuperar aquellos versos que te dediqué una vez, ya hace muchos años. Porque deseo enviártelos junto con las flores que tengo aquí cerca de mi: "Y descubrí que te iluminaba el rubor de tu mirada, el destello de tus ojos, la luz de tu frescura, los colores de tu alma, la magia de tu imagen, y tu ingenua y tímida sonrisa. Y ahora siento que te amo, y ahora sé que no soy dueño, y ahora tengo en mi esperanza, quizá... besar tu corazón risueño".
Ángel González "Rusty Andecor"