Hola, querida Audrey Hepburn. Felicidades para ti, hoy es tu cumpleaños. Ya sé... ya sé... A una dama como tú no se le debería decir la edad, pero tú siempre serás joven. Joven era tu corazón y la candidez de tu alma, y tierna la dulzura de tu sonrisa. Siempre serás nuestra joven "dama de los ojos color miel", porque... ¡mira si eras presumida y coqueta que hasta para eso elegiste tu color!
Verás, nuestra eterna dama y amiga: Tendríamos que llevarte una tarta al cielo, ahí donde te encuentras desde hace ya tantos años, seguro que cautivando a los ángeles con tu encanto y que serán tus amigos. una tarta como aquella que tanto te gustaba de niña cuando tu madre te llamaba Edda. O tendríamos que haberte llevado un vestido, de esos que a ti tanto te chiflaban, para que te viéramos con él, como nuestra princesa de los sueños. Pero... bien sabes que no podemos; ni llevarte la tarta, ni hacerte llegar el vestido. Sin embargo, se me ocurre algo que te va a gustar, y seguro que desde ese hermoso lugar en donde estás puedes verlo. Es un regalo simbólico y no tenemos que preocuparnos del problema que supone viajar hasta allí con él.
Y es que hemos encontrado unas fotos de las que no conocíamos la mayor parte de ellas. Me sabe mal decírtelo, pero los originales parece que los van a subastar estos días. Bueno, Audrey, si es por una buena causa, quizá valga la pena. Tú entiendes mucho de eso cuando eras la embajadora de Unicef. Lo cierto es que yo he conseguido copias de algunas de ellas y con éstas te he hecho un montaje fotográfico que representa nuestro recuerdo hacia ti. Además, representa también el amor y la admiración que seguimos profesándote. Las imágenes ahí encima, enmarcadas en esa composición, llevan el reflejo de cómo te seguimos viendo, desde este nuestro mundo. La foto al margen, es tan sugerente... que dice mucho de cuanto querías comunicarnos. Y... bueno; no me dirás que este díptico fotográfico que te he preparado debajo no es divino. Lleva esa gracia que siempre tuviste para vestirte así. Se nota que te divertías con esos vestidos. Te encantaban y presumías con ellos.
Finalmente, para nosotros, hoy nos queda contemplar un regalo que tú nos quedaste hace ya tiempo. Es la escena final de una de las más románticas de tus películas, y era una de tus preferidas. Es el momento en que no sabes cómo decirle a Gary Cooper que te quieres ir con él en aquel tren que... seguramente iba al cielo. Porque... años más tarde supimos de aquel film de Pilar Miró... "Gary Cooper, que estás en los cielos". Imaginamos que un día vino a buscarte un ángel, precisamente disfrazado de Gary Cooper y te cautivó, porque todos sabemos que aunque él era mayor y se decía que "no te pegaba", tú "estabas coladita por él". Y suponemos que aquel tren te llevó al cielo. Es la escena final de "Ariane". (Clic en el título). Por cierto, Audrey, no dejes de ver la escena, porque estabas maravillosa, impresionante... divina.
Finalmente, para nosotros, hoy nos queda contemplar un regalo que tú nos quedaste hace ya tiempo. Es la escena final de una de las más románticas de tus películas, y era una de tus preferidas. Es el momento en que no sabes cómo decirle a Gary Cooper que te quieres ir con él en aquel tren que... seguramente iba al cielo. Porque... años más tarde supimos de aquel film de Pilar Miró... "Gary Cooper, que estás en los cielos". Imaginamos que un día vino a buscarte un ángel, precisamente disfrazado de Gary Cooper y te cautivó, porque todos sabemos que aunque él era mayor y se decía que "no te pegaba", tú "estabas coladita por él". Y suponemos que aquel tren te llevó al cielo. Es la escena final de "Ariane". (Clic en el título). Por cierto, Audrey, no dejes de ver la escena, porque estabas maravillosa, impresionante... divina.
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Nos seducías, pero con el alma, con tu corazón. |
Ángel González "Rusty Andecor"